
La invasión rusa a Ucrania marca el inicio de una época de belicismo contra la escasez. La ruptura energética entre Rusia y Europa hundiría al país, pero también al continente. Solo Estados Unidos saldría beneficiado.
TOPO EXPRESS
A estas alturas es ya obvio que la crisis ecológica constituye una amenaza para la supervivencia de la especie. El cambio climático es una realidad aplastante, y exige la toma de medidas que no parece que las grandes corporaciones industriales del planeta estén realmente dispuestas a tomar, amparadas en unos poderes políticos que no ponen en práctica su propio discurso.
La invasión rusa a Ucrania marca el inicio de una época de belicismo contra la escasez. La ruptura energética entre Rusia y Europa hundiría al país, pero también al continente. Solo Estados Unidos saldría beneficiado.
El informe de Expertos sobre el Cambio Climático lanza un estridente grito de alarma: la catástrofe es más grave de lo que proyectan los modelos, sus efectos se manifiestan más pronto y todos los riesgos aumentan.
¿Cómo entran en las cadenas de la vida sustancias como los nuevos materiales para la conducción, los metales pesados, los plásticos, los pesticidas o los antibióticos? Sobre todo: ¿cuáles son sus efectos a corto, mediano y largo plazo?
Los ecofeminismos son un espacio de encuentro, donde confluyen corrientes de pensamiento, análisis teóricos, propuestas políticas y movimientos sociales diversos. Los ecofeminismos materialistas conforman una política emancipadora.
En la polémica desatada sobre las macrogranjas a raíz de las declaraciones del ministro de Consumo, Alberto Garzón, aparecen en disputa dos modelos absolutamente diferentes de desarrollo, de ganadería y de industria agroalimentaria.
Así es el circuito global de desechos legitimado por una retórica medioambientalista: unos países exportan su basura y otros países se encargan de procesarla y reciclarla. Pero ¿cuáles serían las consecuencias de que los países receptores de basura se negasen a ser el vertedero del mundo?
¿Cuál es la perspectiva ecosocialista que puede inspirar un plan de reformas estructurales anticapitalistas adaptado al siglo XXI? Producir menos para cubrir las necesidades; transportar menos, trabajar menos, cuidar a las personas y los ecosistemas…
No podemos seguir negándonos a visualizar, en toda su crudeza, el mundo que viene. Estamos obligados a informar a las fuerzas que defienden la vida (humana y no humana) de lo que viene, para enfrentarlo y remontarlo. La acción será esencial.
Quienes deciden sobre los rumbos de la humanidad no han aprendido nada de la Covid-19 ni de los crecientes disturbios climáticos. Los megacapitales predican el capitalismo verde, mero ocultamiento de la depredación que hacen a la naturaleza.
¿Puede detenerse la carrera hacia el abismo sin salirse del productivismo inherente a la economía de mercado? Las movilizaciones de los movimientos sociales, ¿pueden pesar en el resultado de la COP26? La esperanza está en las luchas.
Existe una enorme brecha entre los compromisos gubernamentales de reducir las emisiones que se ofrecerán en la COP26 y lo que es necesario. Si la descarbonización de la economía mundial es técnica y financieramente factible, ¿qué factores la frenan?
En numerosos pueblos subsisten sistemas antiguos de gestión comunitaria del territorio y los recursos naturales asociados que corren el riesgo de morir o ser expoliados. ¿Cómo actuar para conservarlos y fortalecerlos, para que sirvan al bien común?