Muchos millones de personas compartimos en todo el planeta la convicción de que otro mundo, mejor, es posible. Pero el aumento de las desigualdades, las crisis humanitarias y la agudización de los problemas ambientales ponen de manifiesto la necesidad y la urgencia de actuar con decisión para romper las cadenas que obstaculizan los procesos de transición hacia ese mundo mejor.
Distintos pueblos del mundo, sobre todo en el sur del planeta, han emprendido ya ese camino. Se sacudieron el miedo y osaron desafiar a los amos del poder económico y mediático en la calle y en las urnas. Derrotaron los mantras que bombardean el sentido común de las gentes mediante múltiples eslóganes vinculados a lo que Margaret Thatcher condensó en su famoso “no hay alternativa”. Más de treinta años después, múltiples experiencias de lucha han mostrado la viabilidad de alternativas de vida y de trabajo socialmente justas y ecológicamente sostenibles. Muchas de ellas siguen desarrollándose en el ámbito de pequeñas comunidades, municipios o regiones. Y algunas han alcanzado mayores dimensiones e impactos al ponerse en práctica con el respaldo de estados y alianzas supraestatales.
Para ello se trata de que las mayorías sociales interesadas en estas transformaciones se doten de los instrumentos para ser gobierno en los distintos ámbitos institucionales, ejerciendo ahí de modo efectivo la soberanía popular y enfrentando a los poderes que la sabotean.
El pueblo griego está intentando este camino. Los poderosos lo saben y usan a fondo sus instrumentos -Fondo Monetario Internacional, Banco Central Europeo, Comisión Europea…- para impedir su éxito y el contagioso estímulo que supondría. Frente al chantaje y al golpe de estado silencioso, Syriza ha lanzado varios llamamientos solicitando apoyo político y movilizaciones solidarias para que la esperanza prevalezca tanto en Grecia como en Europa. Por desgracia, la respuesta obtenida se halla muy lejos de lo necesario. Aunque las coyunturas nacionales no van sincronizadas, urge un internacionalismo concreto para derrotar relaciones de fuerzas que rebasan los ámbitos estatales. En Grecia hoy está en juego lo mismo que en Portugal, Irlanda, Italia, España… Y también “el momento es ahora”.
En Madrid, Barcelona, Zaragoza, A Coruña y muchos otros lugares, movimientos sociales, plataformas ciudadanas y fuerzas políticas que han estado encabezando y apoyando las luchas por los derechos a la vivienda, a una educación y sanidad pública dignas, y contra la precariedad y la corrupción, han sabido tejer alianzas y procesos unitarios que han dado como resultado candidaturas victoriosas que estarán al frente de los respectivos gobiernos municipales. Se abren puertas a la esperanza, a mostrar que sí se puede gobernar de otra manera, al servicio de las mayorías y no de los intereses especulativos de las minorías de siempre. Tras la alegría compartida, surge la pregunta: ¿qué efecto tendrán estos procesos y resultados en las próximas elecciones generales?
Para que la esperanza prevalezca, es preciso poner toda la carne en el asador, plantearnos qué podemos aportar cada cual y cómo hacerlo. Las plataformas ciudadanas, mareas y movimientos sociales se plantean impulsar en otoño las Marchas de la Dignidad y las movilizaciones contra los ataques a los derechos sociales y civiles de las mayorías. Y contribuir a forjar, junto a las fuerzas políticas que comparten estas luchas y objetivos, los procesos de unidad popular capaces de derrotar al bipartidismo en las urnas. Plataformas culturales como El Viejo Topo estamos dispuestos a hacer lo posible para estar a la altura de estos retos y poner nuestro granito de arena al servicio de esta causa común. Pues estamos convencidos de que así, ¡Sí Se Puede!