Proponer remedios para las consecuencias sin afrontar las causas: esa es la política de la Unión Europea ante la huida masiva de sus países de árabes y africanos, en dirección a Europa. La hipocresía de los estados europeos, responsables en gran medida de la crisis humanitaria, no tiene límites.
Los medios lo han creado y los gobiernos europeos –encantados– lo han recogido y amplificado. Los jefes de gobierno con “pose televisiva” han lanzado arengas y han pronunciado discursos altisonantes. Los “mass media” han creado un discurso fácil, banal: las tragedias repetidas en el Mediterráneo, los miles de emigrantes muertos en sus aguas representan una catástrofe imposible de controlar, algo sobre lo que no tenemos ni influencia ni responsabilidad.
Esa ha sido una de las conclusiones tácitas de la reunión mantenida el 23 de abril entre los diferentes jefes de gobierno de los países miembros de la Unión Europea. Una reflexión que sirve de autojustificación tanto a los políticos como a sectores de la opinión pública, cada vez más proclives a rechazar al emigrante, tanto europeo como extracomunitario.
“… No nos engañemos, estos inmigrantes son como cucarachas…”
– Katie Hopkins, columnista del diario The Sun (abril 2015)
En 2011 fueron 1.500 los muertos contabilizados por las NNUU en la travesía desde las costas africanas. En 2014 la cifra ascendió a 3.419. Hasta abril del 2015 ya son 1.700 y se calcula que, a finales de año, según la Organización Internacional para las Migraciones, se alcanzarán los 30.000 si no cambia la tendencia. Estas macabras cifras convierten al Mediterráneo en la frontera más mortífera del mundo.
Existe una relación inversamente proporcional, casi podríamos decir una correlación matemática, entre los recursos invertidos y las vidas salvadas o sacrificadas. Frente al problema migratorio en las costas italianas, el gobierno de Enrico Letta puso en marcha en octubre del 2013 la operación “Mare Nostrum”, cuyo objetivo era fundamentalmente el salvamento. Las cifras de los rescatados fueron espectaculares; se calcula que solo Italia salvó a 155.000 personas, al costo de unos 9 millones de euros mensuales. Las tijeras de los recortes actuaron poco después. El Dios de la reducción del déficit se erigió en el fiel de la balanza económica, condenando a muchos a morir en el mar. Italia dejó de financiar el proyecto. Otros países europeos lo habían hecho antes. El primero fue el Reino Unido; la baronesa Anelay, a la sazón ministra de AAEE del gobierno Cameron, señaló: “no apoyamos las operaciones de búsqueda y rescate en el Mediterráneo y creemos que crean un efecto llamada involuntario”. En octubre de 2014 se cierra este operativo y la UE pone en marcha la operación Tritón (con un coste de entre 1,5 y 3 millones de euros mensuales) bajo el control del Fortex. Este organismo es para la Liga Belga de Derechos Humanos “un verdadero ejército al servicio de la política migratoria de una Europa que lleva a cabo con armas desiguales una guerra contra las personas migrantes que no tienen nada de soldados”. Su objetivo no es prestar ayuda humanitaria, sino contener la inmigración. Desde que este organismo ha entrado en servicio el número de fallecidos se ha incrementado en un 1.600%. Sin duda la muerte de estas personas es el resultado ineluctable de las políticas de la Unión Europea, tanto en su política africana como en su política migratoria.
A causa de los proyectos financiados por el Banco Mundial se han desplazado físicamente 3,4 millones de personas en África en los últimos años.
La reunión de jefes de gobierno no dio mucho de sí. En una Europa cada vez más desunida, donde los jefes de gabinete apuestan por profundizar el carácter xenófobo de sus propuestas de gobierno, los acuerdos de la cumbre del 23 de abril no podían ser brillantes. Básicamente se abordaron varias posibilidades. Primero, triplicar los fondos para la operación Tritón con una operativa militar, con una vaga promesa de ayudar a algunos países africanos a controlar sus fronteras (Túnez, Egipto, Sudán, Mali y Níger)1. Segundo, creación de un nuevo programa de repatriación rápida de emigrantes irregulares que serán devueltos a sus países de origen. Tercero, mandatar a la alta representante de la UE, Federica Mogherini, para preparar una posible misión civil y militar de bloqueo naval a Libia, que contempla la posibilidad de destruir los barcos utilizados por los emigrantes2.
Discurso vacío y causas reales
El discurso generado en cuanto a la inevitabilidad de la catástrofe no es sino un proceso de ocultación de las causas económicas estructurales. Esto es lo que no han querido abordar los jefes de Estado. Las causas son políticas y económicas, reconocerlas sería asumir una responsabilidad personal o política que ningún dirigente europeo está dispuesto a compartir.
De nuevo el modelo económico y sus organismos rectores a nivel mundial se erigen en el centro del debate. Fue el ex-premio nobel de economía, Joseph E. Stiglitz, en uno de sus libros más conocidos, Los felices 90: la semilla de la destrucción, quién explicó con descarnado realismo algunos de los métodos del Banco Mundial para obligar a los países africanos a endeudarse.
Según un nuevo informe del Consorcio Internacional de Periodistas de investigación y el Huffington Post, a causa de los proyectos financiados por el Banco Mundial se han desplazado físicamente 3,4 millones de personas en África en los últimos años. Ha sido el propio gobernador del Banco Mundial, Jim Yong Kim, en marzo de 2015, quien a la vista de los informes internos anunció un plan (uno más, seguramente enterrado y olvidado en unos pocos meses) para mejorar la supervisión de los proyectos de desarrollo de esta institución y evitar malas prácticas que causen desplazados. El gobernador llegó a afirmar: “Lo que encontramos me ha provocado una gran preocupación». Por otro lado el Banco Mundial y su sucursal financiera, la Corporación Financiera internacional, no han dudado en financiar a políticos y regímenes que practicaban las dictaduras más atroces. Entre el 2009 y 2013, el BM prestó 50.000 millones de dólares a proyectos clasificados de alto riesgo por un “impacto ambiental o social irreversible sin precedentes”.
Otros organismos internacionales han seguido esa misma ruta. Europa se ha aprovechado de su situación ventajosa para imponer condiciones leoninas a los intercambios comerciales con los países africanos. El último acuerdo firmado entre la Unión europea y los 15 Estados del África Occidental es el denominado “Acuerdo de Asociación Económica” (APE, por sus siglas en francés). Prohíbe, por ejemplo, imponer un gravamen a los 11.900 millones de euros de productos importados desde la Unión Europea en 2013. Así, la agricultura de subsistencia local en África se enfrenta en situaciones de “dumping” competitivo con la agricultura industrializada europea, provocando la miseria de cientos de miles de campesinos. En el marco de un incremento de la población africana que se doblará (alcanzará los 807 millones) de aquí al 2050 y en un contexto de calentamiento global que deprimirá las cosechas, especialmente acentuado en la zona, esa medida provocará la huida masiva de población hacia otros continentes. Los acuerdos tienen un carácter tan explotador que el profesor Chukwuma Charles Soludo (presidente del Banco Central de Nigeria) afirmó el 19 de marzo de 2012 que el APE de África Occidental constituye una “segunda esclavitud”.
Uno de los casos más emblemáticos es la construcción en Etiopía de la presa Gibe III en el rio Omo, financiada por el Banco Mundial, el Banco de Inversiones Europeo y el Banco de Desarrollo Africano. Su construcción, profundamente cuestionada por la falta de garantías medioambientales, ha provocado ya el abandono de medio millón de personas de sus tierras ancestrales, que han sido desalojados “manu militari”. La finalización de las obras provocará el éxodo masivo de millones de personas que viven en las orillas de los lagos de la zona, lagos que perderán enormes caudales en beneficio de la nueva presa. En paralelo se está construyendo la macro-presa Grand Millenium, mayor que la de Assuan. Se destinará a la generación de electricidad y producción agrícola de frutas tropicales y café, productos muy demandados por Occidente. Las grandes empresas europeas se ven enormemente beneficiadas. Así la constructora italiana Salini Costruttori será una de las encargadas de la construcción, y el consorcio sueco “Hifab International AB” se encargará de una línea de tren de más de 600 km. Mientras, numerosos edificios en la capital etíope son financiados también por el BM y encargados a grandes empresas europeas, entre otros el propio diseño del parlamento, a cargo de una empresa belga. Estos macro-proyectos tienen como correlato la expulsión de la población –que sólo es posible con el recurso a la fuerza y la expropiación forzosa de la tierra y cuando eso no es suficiente siempre podemos utilizar otros recursos, como la vergonzosa utilización de la actual epidemia de ébola, que ha sido seguida de una casi ocupación militar del territorio por parte de EEUU, Alemania, Francia y Reino Unido. Mientras Rusia y Cuba enviaban únicamente médicos, Occidente enviaba miles de soldados fuertemente armados (solo EEUU envió 4.000 marines y un reducido grupo de médicos únicamente al servicio de sus propias tropas). El objetivo era crear una especie de “OTAN africana” que permitiera el control del territorio y los recursos naturales. Fue en febrero del 2007 cuando la Casa Blanca anunció la formación del Comando Africano de EEUU (AFRICOM). Un nuevo centro unificado de comando del Pentágono en África que se estableció un año más tarde. Francia, por otra parte, se está convirtiendo en el representante europeo en la zona, actuando de hecho por delegación de toda la UE. Es normal, ya que desde 1968 los diversos gobiernos de París, sin distinción entre derechas o izquierdas, han intervenido militarmente cerca de 40 veces en el continente africano. Europa tiene un objetivo frente a la competencia de las potencias emergentes, que es consolidar una especie de Euráfrica, principalmente a través de la presencia francesa en el continente.
Nuevas formas de colonialismo
Ese discurso mediático de la catástrofe inevitable al que hacemos referencia oculta también la responsabilidad europea respecto a otras causas de las migraciones contemporáneas, como es el recurso a la guerra como nueva forma de neocolonialismo. La intervención en el Congo, Libia o Siria son casos evidentes.
Hasta el año 2010 el coronel Gadafi era un buen aliado de personajes como el presidente español Aznar, el francés Sarkozy y el italiano Berlusconi. La decisión del presidente libio de someter a consulta popular la re-nacionalización del petróleo provocó que las empresas petroleras presionaran a sus gobiernos para cambiar el “statu quo”. Los medios de comunicación inventaron un supuesto levantamiento popular que fue reprimido por la “aviación libia” (después se comprobó que los artífices de esta enorme mentira han sido nombrados para importantes cargos del gobierno impuesto en Libia o en organismos internacionales de relieve). El resultado es del todo conocido: la destrucción de un Estado, la muerte de más 160.000 personas a consecuencia de los “bombardeos humanitarios”, más de 2.000.000 de desplazados que antes tenían niveles de vida muy aceptables (los más altos de África, con una esperanza de vida similar a la Alemania y con educación y sanidad gratuitas). La desaparición de Libia como Estado implica eliminar el tapón que controlaba la emigración subsahariana, que encontraba en el país medios de vida que ahora no tiene. Libia está controlada por grupos terroristas y fanáticos introducidos por la coalición internacional con el objetivo de hacerlos servir como tropas de infantería en la conquista del país. Hoy el gobierno libio no existe; de hecho hay dos, con dos parlamentos enfrentados. Libia está en manos de grupos terroristas que supuestamente se enfrentan a Occidente pero que en realidad son resultado de la política occidental. Estos grupos han encontrado una fórmula de financiación alternativa que consiste en alquilar las barcazas que, desde los puertos libios, realizan la peligrosísima travesía hasta las costas italianas o griegas.
Europa se ha aprovechado de su situación ventajosa para imponer condiciones leoninas a los países africanos.
El caso sirio es similar. Aprovechando los errores del gobierno se ha creado una situación de guerra generalizada en todo el país. Hoy sabemos, porque nadie se atreve a negarlo, que el gobierno de Al-Assad se enfrenta a fuerzas mercenarias traídas de cualquier parte del mundo, financiadas y entrenadas por Occidente, especialmente por Francia, que se ha opuesto desde el principio a cualquier forma de arreglo político. Los crímenes incalificables del Estado Islámico revelan que para algunos gobiernos europeos, entre ellos el español, la lucha contra el terrorismo islámico no es sino un recurso retórico frente a la ciudadanía. La situación en Siria, con el desplazamiento de 4.000.000 de personas debido a los combates, ha provocado que muchos miles de sirios intenten abandonar el país.
Estas son, entre otras, las causas estructurales del aumento de la presión migratoria hacia Europa que se traducen en las muertes repetidas en el Mediterráneo. Pero el discurso mediático lejos de abordar los problemas de fondo continúa centrándose en los traficantes de vidas. En términos contables los gobiernos europeos sólo hablan de “oferta” pero ocultan la “demanda”. Es lo común cuando se quiere ocultar un problema social. Son las diferentes mafias a un lado y al otro del Mediterráneo las que abarrotan voluntariamente los barcos con cientos de personas.
Sacando partido la desgracia ajena
Periodistas de investigación de la agencia Reuter describen la nueva “gallina de los huevos de oro” de la mafia en Lampedusa. La grabación de una conversación de un mafioso de la zona, implicado en un caso de corrupción, reveló cómo los centros de acogida de inmigrantes privatizados por el Estado italiano han caído en manos de la mafia. Una persona migrante reporta unos 30 euros al día de subvención. Para la mafia italiana es un negocio más rentable incluso que el tráfico de drogas. Así es normal que en las barcazas repletas de migrantes no haya ni agua ni comida, pero en muchas ocasiones hay un carísimo teléfono vía satélite. Una vez en tierra estas personas migrantes proporcionan una mano de obra barata, casi esclava para los propietarios agrícolas de la zona. En el caso de las mujeres el camino es la prostitución. Los verdaderos esclavistas son tanto africanos como italianos.
El discurso mediático, lejos de abordar los problemas de fondo, continúa centrándose en los traficantes de vidas.
La política del gobierno Rajoy es de un cinismo extremo. Mientras proclama “a voz en cuello” que hay que poner solución al problema de las muertes en el Mediterráneo en la conferencia de jefes de gobierno del mes de abril, su política con el problema de Ceuta y Melilla revela precisamente todo lo contrario a aquello que predica. Así, el Ministerio del Interior que preside el muy “católico” Jorge Fernández Díaz3 ha solicitado una vez más la firma del contrato para ejecutar deportaciones colectivas de migrantes durante los ejercicios 2015 y 2016. En total serán 11.985.600 euros4 los invertidos. Las beneficiarias son las compañías Air Europa y Swiftair. El mandato para iniciar los trámites de deportación masiva se adoptó en el Consejo de ministros de 5 de diciembre de 2014. Los vuelos de deportación que salen de España colaboran con la Agencia Europea de Control de la Frontera Exterior (FRONTEX) o son encargados por el Ministerio del Interior en solitario. Además, también se llevan a cabo deportaciones aéreas en vuelos comerciales, donde las personas deportadas viajan acompañadas de la Policía junto con el resto del pasaje. FRONTEX planifica y organiza los vuelos sólo si comprometen a varios países de la Unión Europea. Si no, es la misma Comisaría General de Extranjería y Fronteras (CGEF) de la Policía Nacional quien los organiza y asume todos los preparativos y gastos. Los datos sobre las deportaciones son escasos, la información proviene del Mecanismo Nacional de Prevención de la Tortura, bajo supervisión del Defensor del Pueblo. Según los datos obtenidos en el 2013 fueron deportadas 13.986 personas migrantes. Muchas de ellas deberían tener la consideración de Refugiados Políticos y por tanto estar amparados por la legalidad internacional y las propias resoluciones de las NNUU; nada de esto se cumple.
La cuestión de la migración subsahariana es un capítulo de difícil solución para una Europa cada vez más temerosa hacia todo lo extranjero. Se vive como un problema mientras las clases poseedoras, cada vez más ricas e insolidarias, intentan, a través del fenómeno migratorio, evadir su responsabilidad al tiempo que enfrentan en una guerra sin cuartel a los pobres entre sí; que paradójicamente son cada vez más pobres, cada vez más parecidos y cada vez más iguales.
Notas
- Para la jurista y fundadora de Migreurop Claire Rodier se intenta conseguir una externalización del problema migratorio: “Esta externalización que consiste en subcontratar a los países limítrofes (Magreb, Europa del Este) para que gestionen la inmigración irregular”. La ventaja para los estados europeos es obvia: se transfiere el «trabajo sucio» (deportaciones en masa, detenciones arbitrarias, torturas) a países cuyos estándares son menos elevados que en Europa que de esta forma oculta los problemas bajo la alfombra.
- Esta propuesta ha sido rechazada de momento por la propia ONU.
- Es miembro numerario del Opus Dei.
- Con los aviones pequeños de menos de 75 plazas, supone un precio sin IVA de 8.750 euros por cada hora de vuelo y 1.500 por cada hora que el avión esté en tierra durante el operativo. Los vuelos más numerosos, con más de 200 plazas, costarán 20.300 euros por cada hora de vuelo y 2.750 euros por cada hora de estancia en tierra.