Descubriendo a Wróblewski

Andrzej Wroblewsky
Quien pasee estos días por el parque de El Retiro de Madrid podrá descubrir un tesoro. Un tesoro por la valía de lo hallado y, al menos en mi caso, por lo inesperado del encuentro. Y, aunque el invierno no sea la estación más agradecida para recorrerlo, no me refiero a la paz que disfrutará una mañana de un martes, por ejemplo, zigzagueando por las casi desnudas sendas del parque, alejado de los habituales ruidos del tráfico y de la asfixiante polución. No, no es solo eso. Hablo en esta ocasión de la oportunidad de asistir allí mismo, en El Palacio de Velázquez, dependiente del Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía, a la exposición Verso/reverso, de Andrzej Wróblewski, que desde el 17 de noviembre de 2015 hasta el 28 de febrero de 2016 puede visitarse de manera gratuita en dicha sede.

Wróblewski está considerado como uno de los fundadores del arte polaco actual, un pintor que transitó, en su brevísima vida activa, por la pintura figurativa, por la abstracción y el realismo socialista, dejando su personal impronta en unos complicados momentos de su país y de toda Europa, los de la post-guerra, el estalinismo y el deshielo. Nacido el 15 de junio de 1927 en Vilna, actual Lituania pero en su momento perteneciente a Polonia, en 1945 su familia se trasladó a Cracovia, donde hasta 1952 estudió en su Academia de Bellas Artes. Su padre, profesor de Derecho en la Universidad, había muerto en 1941 al sufrir un infarto tras el registro de su casa por las tropas nazis. Su madre, Krystyna, que también era artista, le introdujo en las artes gráficas y la talla de madera, al tiempo que Andrzej completaba su formación teórica y comenzaba a publicar en diversas revistas del país.

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En 1948 debuta oficialmente como pintor en la Exposición de Arte Moderno de Cracovia, donde se muestran ya sus desavenencias con el Colorismo en boga en esos momentos. Persuadido de la importancia social del arte, de la responsabilidad política del creador, asumió convencido los rígidos postulados del realismo socialista impuesto por los burócratas soviéticos en su adoctrinamiento de los “ingenieros de almas”. Los críticos coinciden en que esos años, los que cabalgan entre las décadas de los 40 y los 50, son los menos brillantes del pintor, los más dubitativos y discretos. Lo mismo pensaron los jerarcas polacos de la época que jamás reconocieron su valía. Pronto reaccionó, sin embargo, y recuperó un modo de hacer muy influido por las vanguardias rusas, en especial en sus composiciones abstractas, por el Picasso del periodo azul, o incluso por Schiele, como puede apreciarse en algún gouache presente en la exposición. Los cuerpos desvencijados de los ejecutados, las estampas mínimas, esquemáticas, de la serie de Hiroshima, los rostros cadavéricos, casi ocultos en la sombra, de los amantes, el uso omnipresente del azul, nos hablan de una época oscura, de unos tiempos marcados por la desolación y la muerte. A Wróblewski la muerte le llegó muy pronto, con una premura aciaga. No había cumplido aún los treinta años cuando un accidente haciendo montañismo truncó su vida, el 23 de marzo de 1957, en las montañas de Tatra. Su uso del color, las vigorosas composiciones, el efecto poderoso de sus lienzos, no han dejado de influir en los pintores polacos posteriores, demandando un reconocimiento que parece esquivarle. Murió muy joven, pero concluyó más de 200 pinturas y cerca de 800 piezas sobre papel.

02-andrzej_wroblewski_0En la estupenda exposición madrileña se presta especial atención a aquellos trabajos que ofrecen una doble cara. Pintadas ambas partes del lienzo, a veces con motivos y estilos muy dispares, el espectador es libre de enfrentarse a ellos desde una u otra perspectiva, comparándolos, completándolos, aunándolos o separándolos. Verso y reverso complementarios de un pintor impresionante dotado de una fuerza expresiva inequívoca, de una sensibilidad y una técnica ejemplares. Ahí está ese inesperado tesoro para aquellos paseantes avisados que estos días puedan pasear distraídos, quizá ensimismados, por el, en esta época, un tanto desangelado parque de El Retiro madrileño.