
No fue exactamente ayer, es verdad. Fue hace ya cuarenta años cuando un grupo de rock californiano liderado por un guitarrista excepcional, Dave Meniketti, publicaba su primer disco.
Eran los Y & T, los Yesterday and Today, una banda de hard rock, a la que quizás se pudo emparentar, un tanto abusivamente, con el glam y el power metal, que conseguía un equilibrio envidiable en sus composiciones, entregando dureza, velocidad y, al tiempo, cierta contención. Nunca fueron los más escuchados ni los más famosos, pero han despachado más de cuatro millones de copias de sus discos y, tras cuatro décadas en activo, siguen ofreciendo conciertos que confirman su talento, su fuerza y su categoría. Hasta el año 2000 no visitaron nuestro país, pero desde entonces son asiduos: se lo agradecemos. Barcelona el día 21, el 23 en la sala Capitol, en Santiago, el 22 de septiembre pasaron por Madrid y lo que vimos y oímos solo tiene un nombre: puro rock, viejo y actual rock & roll capaz poner a aullar a veteranos encallecidos y de enganchar por el pescuezo a chavales de 16 años. Sí, ayer y hoy. El tiempo pasa, las cosas cambian y las paredes de la sala vibran: hay unos tipos en el escenario tocando como demonios y haciendo saltar a la audiencia.
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Dave Meniketti
Como mucha gente del mundillo, Y & T, desde un principio, dejaron clara su fe: In rock we trust. No tocaron, en esta ocasión, un viejo tema bienintencionado y deliciosamente ingenuo de principios de los ochenta: El rock & roll va a salvar el mundo. Y es que la música popular que recibiría ese nombre no es que fuera a salvar el mundo, es cierto, pero sí que, más modestamente, contribuyó, entre otras muchas causas, desde luego, a transformarlo un tanto. Y muchas personas confiaron en ello. Para bien y para mal, seguro. Era un tipo de música, una estética, un comportamiento asociados en principio a los jóvenes, casi a los adolescentes, pero esos jóvenes y adolescentes crecieron y muchos tuvieron hijos que son ya jóvenes o adolescentes, y el rock ni pereció con esa generación ni parece que lo vaya a hacer de forma inmediata. Estuvo ligado, y en alguna medida lo sigue estando, a cierto inconformismo, al ansia de libertad, a la insatisfacción, a la diversión y el desenfreno, al sexo y las drogas. No podemos renunciar a lo conquistado, pero tampoco debemos obcecarnos en los errores. En una sociedad que ha perpetuado la adolescencia y evacua los problemas sociales en forma de psicosis personales y trastornos de conducta, conviene no perder de vista el lugar que ocupamos. Hemos de huir de una ingenuidad impropia y perjudicial pero no debemos entregarnos al sombrío cinismo mal encarado. La noche del 22 de septiembre, en la sala But de Madrid, los asistentes al concierto de los veteranos Y & T, muchos de ellos igualmente veteranos, probablemente llegamos a un tipo de acuerdo íntimo similar. No vamos a ser estúpidamente ingenuos pero tampoco innecesariamente cínicos: es un negocio, es un trabajo, los tiempos han cambiado mucho, pero, madre mía, aquello sigue poniéndote el cuerpo a tono. Un acelerón cargado de poderosas emociones y magnífica música. Los listillos de turno rebuznan criticando el supuesto patetismo de esos viejos rockeros rugiendo en el escenario como jovenzuelos. Nunca supieron vivir. Que se jodan. Se lo están perdiendo. Forever, cantaba Meniketti blandiendo su mágica guitarra eléctrica al interpretar uno de sus mayores éxitos, un himno casi, con el que cierran sus conciertos: forever, coreaba el público convencido, entregado. Ayer y hoy: para siempre, ¿por qué no?
Era una gira de celebración: cuarenta años en la carretera, y, a falta de nuevo disco, fueron desgranando lo mejor de su repertorio, lo más conocido y algunas de sus últimas piezas. Nada sobró. Solo parecía faltar tiempo para que, en poco más de dos horas, cupieran todas las canciones, los solos, los impecables e imparables riffs: Black Tiger, Rescue me, Open fire, Midnight in Tokyo…
De acuerdo, seamos honestos: el rock & roll no va a salvar el mundo, signifique eso lo que demonios signifique, pero, igualmente, seamos sinceros: ¡qué bien nos lo pasamos con él! Ayer y hoy. ¿Para siempre? Quién sabe. De momento, cumpleaños feliz…
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