Finalmente Ada Colau, alcaldesa de Barcelona y líder de Barcelona en Comú, ha decidido, tras una larga reflexión, asistir a la manifestación del Onze de Setembre, convocada por la Assemblea Nacional de Catalunya (ANC) con el lema A punt, endavant per la república catalana. Colau participó en la demostración independentista de la «V» del 2014, pero se negó a asistir a la manifestación del año pasado en La Meridiana argumentando que se trataba de un acto electoral de Junts pel Sí.
En esta ocasión ha justificado, en entrevista a TV3, su asistencia a la Diada Nacional aduciendo su solidaridad con la presidenta y la mesa del Parlament, amenazados de inhabilitación por el Tribunal Constitucional y como una muestra de apoyo a las instituciones catalanas frente al gobierno “recentralizador” del PP. No obstante, matizó que no está de acuerdo ni con la hoja de ruta ni con la desconexión unilateral, pero que esto es secundario frente a la defensa de la soberanía y los derechos nacionales de Catalunya.
La determinación de Colau ha desencadenado un profundo malestar en la coalición parlamentaria Catalunya Sí que es Pot, donde no participa Barcelona en Comú. Su cabeza de lista Lluís Rabell manifestó su negativa a participar en una movilización donde se siente rechazado, mientras que En Comú Podem tampoco ha decidido si participará en el evento. La posición de Rabell parece lógica ya que desde la campaña de las elecciones generales del 26J, tanto ERC como Convergència han centrado sus ataques políticos contra las distintas siglas de los Comunes y aprovechando cualquier circunstancia para descalificarlos, como la exposición sobre el franquismo en el Born, o las críticas al diputado Joan Mena por sus críticas a la obscena reunión de las élites independentistas, jefe de los Mossos d’Esquadra incluido, en la casa de Pilar Rahola en Cadaqués.
Aún más contundentes han sido las declaraciones de Joan Coscubiela, exsindicalista y portavoz de Catalunya Sí que es Pot, quien aseguró que los votantes y militantes tanto de su formación como de En Comú Podem y Barcelona en Comú “no se sienten muy llamados” a participar en un acto nítidamente independentista. A su juicio el Onze de Setembre está concebido para apoyar la hoja de ruta unilateral y para arropar a Carles Puigdemont, que el 25 de septiembre previsiblemente superará una moción de confianza con el apoyo de la CUP. Además, dejó caer con malicia que entiende la decisión de Colau para ganarse el apoyo de ERC en un Consistorio de 41 concejales donde sólo cuenta con 11 ediles de su partido más los cuatro del PSC que en mayo pasado se integraron en el equipo de gobierno.
Se habrán de observar las reacciones de la militancia independentista a la presencia de Colau en la manifestación. Podría darse el caso que fuera abucheada como consecuencia de la sostenida campaña mediática independentista contra todo lo que representan los Comunes.
Juego de hegemonías
Colau, en su trayectoria como alcaldesa de Barcelona, ha dado muestras de una gran ambigüedad respecto a la cuestión de la independencia. Si por un lado su formación sumó sus votos con PSC, PP y Ciutadans para impedir que el ayuntamiento de capital catalana ingresara en la Associació de Municipis per la Independència (AMI), por otro sumó sus votos a ERC, CiU y CUP para tumbar la moción de PP de rechazo a la declaración de desconexión del Parlament de Catalunya del 9 de noviembre de 2015. Ello cuando en el Parlament Catalunya Sí que es Pot votó en contra de la mencionada declaración y cuando esta formación esperaba una abstención de Barcelona en Comú que no habría significado un obstáculo para aprobar la moción. Asimismo permitió con su abstención que prosperase la proposición la CUP que instaba al Consistorio a dar “pleno apoyo y adhesión” a la resolución de ruptura del Parlament.
Estas discrepancias entre Barcelona en Comú y Catalunya Sí que es Pot tienen como telón de fondo la pretensión de Colau de crear un nuevo partido político bajo su liderazgo carismático, que no sea una suma de siglas, donde habrían de disolverse ICV, EUiA y la sección catalana de Podemos. La alcaldesa de Barcelona volvió a plantear este tema en la entrevista a TV3, asunto este que ha cosechado la rotunda oposición de los ecosocialistas. A pesar de sus reiteradas negativas a postularse como candidata a la presidencia de la Generalitat, a nadie se le escapa que estos movimientos parecen orientados a ganarse el apoyo de sectores del movimiento independentista si, llegado el caso, cambiase de opinión.
Más allá de los tacticismos, la posición de Colau, que se define como soberanista frente al denominado unionismo y el secesionismo, resulta una reiteración de las ambigüedades y el complejo de inferioridad de la izquierda catalana respecto a la cuestión nacional. Durante el pujolismo esta sumisión a la hegemonía ideológica nacionalista se resolvió en la elevada abstención dual y selectiva de los votantes socialistas en las elecciones autonómicas que permitían las victorias convergentes. El giro soberanista del catalanismo destrozó estos delicados equilibrios y provocó la implosión del PSC, cuyo sector nacionalista ha acabado integrado en Junts pel Sí, y la debilitación de ICV-EUiA, cuyos dirigentes nacionalistas han emprendido el mismo camino, como Raül Romeva, cabeza de lista fantasma de Junts pel Sí.
Colau no parece haber extraído las lecciones de las llamadas plebiscitarias del 27S, cuando las ambigüedades en este terreno de Catalunya sí que es Pot, donde Barcelona en Comú se negó a participar, propiciaron la victoria de Ciutadans en los barrios del Área Metropolitana de Barcelona y Tarragona, pues muchos electores de izquierdas vieron en la formación de Albert Rivera una opción de voto útil para manifestar su rechazo a la independencia.
Las dos victorias de En Comú Podem en las generales del 20D y 26J no se explican tanto por la propuesta de referéndum, sino por el desplazamiento del debate político del eje nacional al social. De modo que un número considerable de electores de Ciutadans en las plebiscitarias cambiaron su voto por la coalición liderada por Xavier Domènech, quien en ambas campañas electorales nadó y guardó la ropa en la cuestión de la independencia, alineándose con las tesis de Pablo Iglesias favorables a un referéndum vinculante, pero partidario de la permanencia de Catalunya en una España reformada.
Las ambigüedades de Ada Colau suponen un serio impedimento para la consolidación de una fuerza de izquierdas y federalista que se oponga firmemente tanto al centralismo del PP como al secesionismo mesocrático de Junts pel Sí y la CUP. Una propuesta que tendría opciones de acceder a la hegemonía política del país pero que debería expresarse con una claridad meridiana que los Comunes están lejos de alcanzar.