Por fin llega «Cantinflas» a las pantallas españolas con poco revuelo y un tanto callado al aterrizar con demasiado retraso en este lado del charco. Aunque lamentablemente no toma ningún riesgo para narrar la vida de Mario Moreno, revive una entrañable nostalgia por un personaje enormemente querido por todo el público y tantas décadas. Por suerte, donde el guión no alcanza, Óscar Jaenada y su interpretación tapan los vacíos.
Pocos personajes, y los intérpretes vinculados a ellos, han tenido la popularidad y el cariño del público comparables a Mario Moreno y su Cantinflas. Puede que Charles Chaplin y Charlot, y no fue esa la única razón por la que Moreno fue llamado muchas veces el «Charles Chaplin de México». Curiosamente, dado que es un personaje que destaca por su capacidad discursiva, Cantinflas no solo conquistó al público hispano, también al estadounidense y, entre ellos, al propio Chaplin, quien definió a Cantinflas como «el mejor cómico vivo». Hasta la Real Academia Española se rindió con inusitada rapidez a su atropello lingüístico. Ha habido personas que han propiciado términos nuevos, que han supuesto la inclusión de vocablos con significado propio como kafkiano, dantesco o maquiavélico; en otros casos han sido los personajes de ficción los que han originado palabras como quijotesco, celestino o pantagruélico. Cantinflear, definido por la RAE, demasiado sucintamente dado su significado, como «hablar o actuar de forma disparatada e incongruente y sin decir nada con sustancia» se aceptó en 1992, y Moreno aún estaba vivo para oír la noticia.
«La Academia no está para hacer homenajes», dijo en su momento Darío Villanueva como secretario de la RAE a Associated Press, «es la lengua popular la que ha hecho ese homenaje a Cantinflas a base de identificar el nombre con una pauta de comportamiento, con un estilo, con un rasgo que se encuentra más allá de su universo». Como diría el propio Cantinflas, ahí está el detalle. Cantinflas logró traspasar universos, continentes y países con su característico estilo. Lo que sí es claramente un homenaje es esta película de Sebastián del Amo, a la cual el público americano ha respondido con enorme entusiasmo.
«Cantinflas», rodada con partes en castellano y otras en inglés, ha sido un éxito en la mayoría de América Latina, especialmente y como es lógico en México, logrando conquistar taquilla y reconocimiento al ser elegida por la Academia Mexicana de Artes y Ciencias Cinematográficas (AMACC) para representar a México en los Premios Óscar de 2015. No consiguió ser nominada pero la difusión de la película avivó un poco más el rescate nostálgico de un personaje y de su creador impulsado con la celebración del centenario de su nacimiento en 2011. Es extraño que a la película le haya costado dos años encontrar distribuidora en España, dado el éxito recogido y la presencia de un actor nacional ganador de un Goya en el papel principal.
No obstante la película no crea por méritos propios una recuperación de Cantinflas y Moreno, vive del legado de ambos. El guión está planteado como una habitual historia de camino hacia el éxito, desde los humildes inicios, pasando por las dificultades a mitad de viaje y culminando con el reconocimiento, todo narrado como un gran flashback preparando el momento cumbre. A pesar de que la película termina en 1957 y Moreno falleció en 1993, con muchas más películas, vivencias y leyendas sobre sus hombros que los mostrados en el filme, incluso el pedacito de historia que se presenta se mueve por aguas demasiado transitadas. «Cantinflas» es un filme bien hecho, entretenido y a momentos divertido, pero en su planteamiento se aleja de cualquier intento de originalidad. Su desarrollo se queda con lo más inmediato de sus personajes y no busca adentrarse con coherencia en las luces y sombras no solo del propio Mario Moreno, tampoco con respecto a los tiempos y la realidad que vivieron Mario Moreno y México. Ésta es una película sobre Mario Moreno tan solo por su faceta de actor, con alguna pincelada acerca de su vida privada, y de Cantinflas como personaje en pantalla, pero no una película sobre el hombre que fue Moreno ni el personaje que supuso Cantinflas para el pueblo mexicano.
Moreno, en su última entrevista en televisión en 1992, afirmó que fue un nacimiento conjunto: «Mario Moreno y Cantinflas nacieron el mismo día a la misma hora. Después, con el tiempo y con los años, Mario Moreno le dio vida a Cantinflas, que ya lo llevaba dentro. […] Somos una persona […]». Sin embargo existen grandes dualidades entre ambos, algunas paralelas pero otras también divergentes y poco exploradas en la película. Con el éxito, Moreno se zambulló en un alto nivel social y cultural, se hizo amigo de presidentes y embajadores, mientras que Cantinflas siguió representando al prototipo del «peladito del barrio», al pueblo llano. Y también Cantinflas, con su fama, fagocitó en muchos aspectos a Moreno.
Moreno se hizo rico y famoso, tuvo sonados amoríos con actrices y dos suicidios a su alrededor (uno de una de sus amantes, la actriz Miroslava Stern, el otro de la madre biológica de su hijo adoptado). A modo de medio broma mucha gente le votó para que fuera presidente del país en las elecciones generales y su activismo social, que nunca menguó, le llevó a construir y mantener un hospital de México, levantar las viviendas de «Unidad Mario Moreno» para la gente humilde y fundar «La casa del actor» para el gremio de actores, al cual defendió atrincherado junto con otros con una escopeta cuando hizo falta. También se crearon enormes leyendas alrededor de su persona, su vida y su hijo, algunas tan divertidas como un chiste suyo, otras no tanto. Cantinflas, a pesar de que en pantalla tuviera diversos empleos y empezara siendo un pícaro, se consolidó y se mantuvo constante a lo largo de todas sus películas como un personaje humano y sincero que protesta contra la injusticia y siempre quiere hacer algo por los más desfavorecidos. A diferencia de Moreno, que se lamentaba del estado del mundo, Cantinflas es un personaje eminentemente optimista. Sin querer diferir con algo tan pensado como el diccionario, Cantinflas llenaría los oídos de palabras de quien le escuchara, pero sí tenía mucho que decir, y con mucha sustancia.
La historia de Moreno y Cantinflas tiene el lado de éxito y reconocimiento cinematográfico que muestra el filme, pero la película se olvida en demasiados momentos de lo que representaban, del lado más humano y social de ambos con todas las contradicciones que hubiera. Solo un detalle, cuando Moreno falleció, el presidente de México del momento, Carlos Salinas, no lo llamó un «gran actor», el presidente lo llamó «un verdadero hijo del pueblo» tras declarar tres días de luto nacional, además de querer enterrarlo en la rotonda de los «hijos ilustres» del país.
Gracias a Óscar Jaenada y la película, la magia de Moreno y Cantinflas no murió del todo en 1993, revive con toda su chispa, energía e incontinencia verbal. Cuesta creer que este intérprete catalán que dio vida al gitano Camarón como si fuera un personaje creado expresamente para él, haga lo mismo con el mexicano Cantinflas. Sin él la película no cantinflearía y se vendría abajo. Jaenada compone magníficamente dos personajes que son uno, o uno que en realidad son dos, depende de cómo se quiera ver, y la película deja que se luzca.
Su actuación es el mejor homenaje que se le podría hacer a Moreno y su Cantinflas. Y aunque al filme le falte bastante como biopic para brillar con luz propia, su esfuerzo en ser amable y la facilidad con la que se ve despiertan el interés en recuperar las películas de Cantinflas. Entre toda la nostalgia que levanta, consigue que uno quiera volverse a sentar ante las películas de este maestro de la pantomima y la risa, un cómico que con un solo personaje consiguió que todo el pueblo se identificara y le ensalzara pero no solo como bufón, también como la expresión de un optimismo. Lástima que Cantinflas dejara de hablar.
Ficha técnica:
Director: Sebastián del Amo.
Intérpretes: Óscar Jaenada, Michael Imperioli e Ilse Salas.
Año: 2014. Duración: 102 min.
Idioma: español e inglés.