Del Silicon Valley al Valle de Nervión. Otra vuelta de tuerca a la educación en el País Vasco

Ana M. Valencia Herrera y Eduardo Luque Guerrero

Escribe García Linera que el Neoliberalismo se halla en una encrucijada, el modelo se agota y no sabe qué dirección tomar. Aunque esto puede ser cierto, el triunfo del neoliberalismo y sus postulados es hoy evidente: se han adueñado del relato. Nos queda únicamente ver a donde nos llevará ese éxito y si en algún momento se producirá una reacción en contra.

Es triste observar cómo la conciencia Neoliberal impregna incluso a aquellas organizaciones que se reclaman de izquierda radical; no deja de sorprender cómo el modelo se adapta sin dificultad a todas las expresiones políticas: desde el independentismo al centralismo, desde la izquierda socialdemócrata hasta, sobre el papel, la izquierda más radical. En el caso que nos ocupa es BILDU la que plantea un proyecto de educación que reúne, bajo el paraguas de la recuperación del euskera y la “soberanía” nacional, los postulados fundamentales del modelo capitalista que dice combatir.

Como hemos explicado en otras ocasiones, la educación es uno de los campos de actuación más queridos para el Neoliberalismo; apuntamos dos motivos básicos: el primero por el control derivado del poder que proporciona y el dominio del conocimiento, el segundo y no menos importante porque el negocio de la educación es de tal envergadura que hasta los conocidos como fondos buitres han entrado o pugnan por entrar en él.

Esta es una desgraciada realidad de nuestro tiempo, extendida globalmente, y ante la que la izquierda en general no es capaz de reaccionar y cuando lo hace es con enorme timidez y lentitud. La lentitud es explicable, ya que no dispone de la estructura suficiente para dar respuesta al denominado “capitalismo rápido“. La velocidad con la que se están introduciendo normas y cambios de calado es muy superior a la capacidad de análisis y respuesta de la izquierda, solo así se puede explicar la falta de crítica y la aceptación sumisa de una ley profundamente neoliberal y mercantilizadora de la educación como la LOMLOE, pinceladas progresistas aparte.

En este mismo sentido se entiende la avanzadilla que supuso, en su momento, la ley de educación catalana y el proyecto “escola nova 21” que, bajo la consigna de la defensa de la cultura y la lengua catalana, desarrolla el proyecto más neoliberal de toda la península ibérica. Es en este contexto donde se enmarcan las negociaciones entre PNV-BILDU. El objetivo es desarrollar una ley de educación vasca que permita la implantación de un sistema educativo propio y que desgraciadamente, por lo que sabemos, es similar al resto de los proyectos neoliberales que en el mundo son. La equívoca propuesta de BILDU “hacía un sistema público “soberano” es tan contradictoria en sí misma que solo tiene sentido en el papel, que todo lo resiste.

La propuesta de BILDU es profundamente paradójica: aunque critica los modelos francés y español por su carácter “neoliberal, patriarcal y asimilacionista”, en el núcleo de su propuesta pretende aplicar los más amados principios del neoliberalismo. Propone en primer lugar la creación de una única red de centros público-privados financiados todos con dinero público, no en forma de subvenciones, como ahora, sino repartiendo el dinero público para todos por igual. Se genera así el mecanismo clave que posibilita la apropiación de lo público, es el denominado partenariado público-privado conocido por sus siglas PPP. Es decir, el trasvase de fondos públicos a entidades privadas que además no serán controladas, puesto que mantendrán su entidad jurídica propia. Sabemos que en el País Vasco, como en el resto de la península, la mayor parte de los centros docentes privados concertados, además de otras prácticas segregadoras, cobran cuotas más o menos encubiertas y posiblemente ilegales. En la propuesta de BILDU y con la creación de múltiples “Fundaciones”, las cuotas de los padres pasarán a ser donaciones sin ánimo de lucro, pudiendo padres y los colegios privados desgravar impuestos ahondando así la brecha educativa entre pobres y ricos.

Sorprende desfavorablemente la defensa que se hace de la autonomía de centros; un postulado tan querido para las derechas desde el PP al  PSOE pasando por ERC o Junts, que otorga un poder tan enorme a las direcciones escolares como para permitir la selección del profesorado (vía definición de perfiles) en lo que ya es un fuente de corrupción y nepotismo que comienza a ser denunciada; se permite la definición del puesto de trabajo basándose en los criterios, gustos e intereses personales de las direcciones de los centros . En nombre de esta autonomía, pueden darse paradojas tan crueles como que directores/as que no han realizado ningún concurso de méritos y menos aún han opositado, siendo interinos, puedan desembarazarse de profesores/as contestatarios y con sobrada experiencia y capacidad.

La excusa que se esgrime para defender lo público financiando centros privados, en el borrador negociado entre PNV y BILDU, es la habitual en la jerga neocon: la escuela está atrasada, hay que ser modernos, no se adapta a los nuevos tiempos… más o menos lo mismo de los otros manifiestos que conocemos (véase por ejemplo el famoso libro blanco de Marina y compañía). Lo mismo sucede con el profesorado, al que primero culpa de no estar a la altura de las exigencias actuales, acusándolo de situarse él y no al alumnado en el centro del proceso educativo (lo que es imposible de entender para cualquier docente que entra en un aula) para luego lamentarse de que no tiene el suficiente respaldo social. Eso sí, haciéndose eco de una de las más potentes, financiadas y también discutibles industrias neoliberales, la industria de la felicidad, se pregunta si el alumnado y el profesorado es feliz, preparando el camino para que en el futuro un malpagado alumnado convertido en clase trabajadora comprenda que la felicidad reside en uno mismo y que es algo independiente de las condiciones de trabajo y del salario; bastará con un poco de coaching. Moralina neoliberal. No hay en toda la propuesta una apuesta por desarrollar el conocimiento crítico en las aulas más allá de profundizar en los aspectos diferenciadores como futuro estado.

La educación por competencias no se orienta al desarrollo de la inteligencia del estudiante, ni a que este adquiera conocimientos, se aplica al ejercicio de determinadas funciones de esta inteligencia, las competencias se enseñan separadamente, sin pensar las múltiples relaciones entre ellas, las que permitirían pensarlas con una cierta coherencia y racionalidad; así mismo se aprenden separadamente, y pretenden legitimarse o enriquecerse pedagógicamente recurriendo a recetas muy atractivas, supuestamente novedosas y de fácil circulación como aquella de “saber, saber-hacer y saber-ser” (Del Rey, Sanchez Parga) 2011.

Las educación por competencias obedece a los dictados de una de las instituciones más profundamente ultraliberales y más dañinas para la educación mundial:  la OCDE, como queda reflejado en su  propio trabajo sobre las competencias publicado en 2019.

No olvidemos nunca que la OCDE, aunque pueda pasar por una organización filantrópica o pública, es una organización financiera privada, y con programas harto discutibles en todos los sentidos. Son ellos los que realizan el negocio de los PISA y otras rentables pruebas de evaluación puestas en tela de juicio y que condicionan la educación misma. El objetivo de la OCDE no es la defensa de las culturas, ni de la cultura, sino la generación de más capital, lo que ellos denominan desarrollo económico.

El documento que pretende marcar el rumbo de la educación pública vasca, y que puede ser admirado y copiado en el resto del Estado, sigue la estela de los manifiestos educativos pro liberalización de estos tiempos; está plagado de afirmaciones generales sin ningún sustento en dato alguno o en investigaciones teóricas solventes, se limita a  repetir los postulados más queridos del Neoliberalismo: educación por competencias, emprendimiento,  tecnología digital en el aula… En definitiva, lo que se ha denominado “Destrezas para el siglo  21”, un programa iniciado en los años 80 propuesto por los grandes grupos de poder en la época del tacherismo-reaganismo. Este bagaje teórico-normativo fue asimilado por las instituciones europeas, y ha significado, con el empujón de la crisis, la implantación de una educación dirigida completamente a las “supuestas” futuras necesidades de las empresas y de la economía, es decir, a generar los trabajadores necesarios con capacidad de adaptación a un mercado laboral crudísimo .

Cualquier consideración crítica sobre estas llamadas habilidades del siglo XXI debe comenzar por analizar que esta agenda neoliberal global tiene sus raíces en intereses privados y no en el bien público (Urciuoli, 2008). Se trata de reducir la educación a la fabricación de un alumno económicamente “performante”; adiestrado para ser competitivo en los mercados profesionales y del trabajo.

Naturalmente, más allá de los intereses políticos, quienes están al tanto de estos y otros postulados neoliberales que tanto amenazan la educación son críticos con este proyecto. Es el caso del sindicato STEILAS o de la CGT, que ven en el mismo una perpetuación de las enormes desigualdades y la brecha del sistema educativo vasco. Como este sindicato ha manifestado, “en el País Vasco tenemos un 49% de concertación en educación, situación que en todo el estado es equiparable a la de Madrid, y que solamente Bélgica consigue superar en toda la UE. Es decir, tenemos un sistema educativo privatizado y segregador a todas luces”, y afortunadamente lo tienen claro: “Porque el único modo para que la educación consiga ser la herramienta de cohesión social cuyo objetivo es subsanar las diferencias de origen que se dan en nuestra sociedad, es que exista un solo marco, el servicio público.”

En definitiva, se asumen con este programa todos los riesgos de una educación basada en la empleabilidad, más bien supuesta, porque como resulta evidente el futuro es cada vez más impredecible. No puede ser de otra forma cuando se deja en manos de las empresas globales y los organismos financieros que responden a las necesidades de enriquecimiento que dicta cada momento. Se ahonda en la brecha entre ricos y pobres con la escuela como rehén y no se logra el propósito de extender la lengua y la cultura vasca al promocionar hasta el infinito los medios digitales dominados por el inglés. El sostenimiento de la lengua y la cultura vasca, de todas las lenguas y las culturas, depende de otras cuestiones más complejas y menos a la moda; en el caso de las lenguas tiene más que ver con fomentar la lectura y la escritura de esta, los lugares de conversación, con que se  estudie dentro de su ámbito pero también se pueda estudiar fuera, con que haya más libros en las escuelas y menos dispositivos digitales, y en el caso de la cultura con defender y crear los espacios sociales donde pueda desarrollarse, algo que está reñido con el uso y abuso de las pantallas y con lo que Sadin ha definido como la silicolonización del mundo, a la que parece que nada ni nadie es capaz de resistir.

Urciuoli, B. (2008). Skills and selves in the new workplace. American Ethnologist, 35(2), 211–228. doi:10.1111/j.1548-1425.2008.00031.x
https://www.oecd.org/education/El-trabajo-de-la-ocde-sobre-educacion-y-competencias.pdf

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