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Los Verdes austriacos y los conservadores del ÖVP del canciller Sebastián Kurz concluyeron el 1 de enero un acuerdo de coalición. Los ecologistas tuvieron que tragar sapos y serpientes sobre las políticas migratorias y económicas para afirmar objetivos sin medios reales sobre el clima.
“Proteger las fronteras y el clima”. Así es como el canciller austríaco Sebastian Kurz resumió el programa de su nueva coalición que su partido, el conservador ÖVP, acaba de firmar el 1 de enero de 2020 con los Verdes. Esta alianza sin precedentes es la primera en Europa, si excluimos los casos particulares de Lituania e Islandia, entre un partido de derecha y una formación ecologista. Algunos argumentan que está inspirado en un tema recurrente desde hace mucho en la política alemana, la alianza entre la CDU / CSU y los Verdes a nivel federal.
Pero el caso austríaco parece presagiar una división del poder que ya se deja sentir con fuerza en los tres Länder alemanes donde los ecologistas gobiernan con la derecha (Schleswig-Holstein, Baden-Württemberg y Hesse): los Verdes dejan en manos de la derecha el campo económico y de seguridad y se reservan las competencias medioambientales. Con, en última instancia, un margen de maniobra reducido.
En Viena, los detalles del programa revelados el 2 de enero son inequívocos sobre este tema. Es cierto que los Verdes austriacos teóricamente tenían poco margen de maniobra. Al llegar en cuarta posición en las elecciones al Consejo Nacional, a la cámara baja del Parlamento, el 28 de septiembre, con un 13,9%, los Verdes obtuvieron 2,5 veces menos votos que el ÖVP de Sebastian Kurz y sus 37, 6%.
Los Verdes austriacos son, además, sorprendentes. En las elecciones de 2017 desaparecieron del Parlamento con solo el 3,8% de los votos. Su deseo de participar en el poder había sido claro desde el día de las elecciones. La alianza verde turquesa, llamada así por el color de las dos partes, era la única realmente posible. Los socialdemócratas del SPÖ, en medio de una crisis con solo el 21% de los votos, no querían repetir las experiencias de la gran coalición en una situación de debilidad y la extrema derecha del FPÖ, que acababa de sufrir una caída de 10 puntos bajando hasta el 16% y que se vio empañada por múltiples escándalos, ya no era un posible aliado para el ÖVP.
La coalición fue, sin embargo, delicada. Sebastian Kurz, de 33 años, reorientó el ÖVP en una línea muy derechista. Supo reanudar la ortodoxia económica tradicional del partido asumiendo una posición islamofóbica y antiinmigración. Su estrategia era capturar a los votantes de FPÖ mientras mantenía el electorado conservador tradicional.
Para esto no dudó en aliarse con el FPÖ en 2017 en una coalición que atacó de frente en particular las ayudas sociales para extranjeros y cuyos resultados ha reivindicado siempre. Sebastian Kurz es el representante de la tendencia del neoliberalismo en crisis a buscar un nuevo aliento en el campo identitario. Y, en términos electorales, le ha valido la pena.
El ÖVP pasó de un 24% en 2013 a cerca del 38% en 2019. Pero este posicionamiento, que Sebastian Kurz no puede abandonar ahora a bajo ningún concepto, parecía el más distante de los Verdes que, además, han pasado los últimos dos años criticando al Canciller, su alianza con el extrema derecha y su política de integración e inmigración.
Pero ahora los Verdes han olvidado todo. Para finalizar un acuerdo con el ÖVP, han tenido que dar a Sebastian Kurz lo que quería: los temas de seguridad y de economía. Las 300 páginas del acuerdo de coalición están llenas de las obsesiones identitarias de la derecha austríaca contra las cuales los Verdes ahora renuncian erigirse. Así, se conserva la gran reforma de la coalición con la extrema derecha, una reforma que limitaba el acceso a las ayudas sociales a las personas extranjeras. A esto se agregará la prohibición del velo para las menores de 14 años, y ya no para las menores de 10 años como hoy. Una promesa de Sebastian Kurz, al que nunca le faltan ideas en su lucha contra el Islam político.
Pero el acuerdo de coalición va mucho más allá. Así, los Verdes acordaron validar otra promesa demagógica del ÖVP: la detención preventiva de las personas solicitantes de asilo «potencialmente peligrosas», aunque no hubieran cometido ningún delito. Austria, liderada por la alianza verde-turquesa, también declara que la política de distribución de migrantes en la UE es un «fracaso» y que de ahora en adelante no tomará ninguna iniciativa en este frente.
Por el contrario, Viena exigirá el fortalecimiento de Frontex, la fuerza de vigilancia fronteriza europea, y la devolución fuera de la UE de los migrantes varados a las playas europeas. Pero Austria facilitará la inmigración «elegida» de personas altamente calificadas, proporcionándoles formularios en inglés, mientras que las y los demás inmigrantes tendrán que tomar lecciones de alemán para demostrar su voluntad de integrarse…
Todas las políticas deberán realizarse dentro de un presupuesto equilibrado
En definitiva, se instaura una política muy dura en el tema migratorio. En realidad, los Verdes han abandonado completamente este campo al ÖVP. Pero dado que gobernarán con ellos, deberán dejar de hacer cualquier crítica y, ellos también, asumir esa política.
También en el plano económico esto significa un retroceso completo por parte de los Verdes. La política económica de la coalición se basará en recortes de impuestos: el de las empresas caerá del 25% al 21%, fomentando una mayor competencia fiscal en Europa, mientras que los tres primeros tipos del impuesto sobre la renta serán reducidos, lo que beneficiará totalmente a la gente rica, que paga impuestos en esos tres tipos por los primeros 60,000 euros de ingresos anuales, aunque el último tipo no cambie.
También se beneficiarán de una reducción en el impuesto sobre las rentas del capital del 27,5% al 25%. En contraste, los hogares libres de impuestos, que ganan menos de 11,000 euros por año, no tendrán más que un ligero aumento en las asignaciones familiares. Los Verdes tuvieron que renunciar a sus propuestas sobre el impuesto sobre el patrimonio y sobre el de sucesiones. El programa de la coalición dedica una parte muy amplia a la competitividad de la economía austriaca y a los medios para favorecerla, por ejemplo, mediante una reducción de las obligaciones para el sector financiero.
La guinda del pastel: todas las políticas tendrán que hacerse en el marco de un presupuesto equilibrado «cualesquiera que sean las condiciones coyunturales». Para los excedentes, se da prioridad a la reducción de la deuda pública, que tendrá que caer por debajo del 60% del PIB frente al 74% actual. Esto está lejos de ser un detalle: necesariamente pone el tema ambiental en un segundo plano al reducir la capacidad de inversión pública y el financiamiento de la transición.
Por lo tanto, el capítulo sobre el medio ambiente, en el que los Verdes afirman haber ganado, y que justifica todas sus concesiones, es necesariamente una serie de vagas promesas. Austria tendrá que ser neutral en carbono para 2040, es decir, diez años antes del objetivo de la Unión Europea, pero los medios para lograr esta neutralidad siguen sin estar claros.
Tal objetivo requerirá un rápido desarrollo de energías renovables y una renovación térmica de los edificios. Los objetivos precisos de instalaciones presentados en el contrato de coalición (11 TWh de instalaciones fotovoltaicas para 2030, así como 10 TWh de eólicas y 5 TWh de hidroeléctricas) parecen en realidad poco realistas, especialmente si no hay apoyo masivo del Estado.
Las soluciones planteadas parecen estar basadas en la total confianza en los mecanismos del mercado y la innovación privada. Los bancos se beneficiarán de una flexibilización regulatoria para los créditos a estos proyectos (requerir menos capital propio para cubrir la deuda emitida), lo que, por el contrario, podría favorecer los fenómenos de burbuja y el debilitamiento de un sistema bancario austríaco que ya hizo bastantes locuras durante la década de 2000. Las actividades verdes también se beneficiarán de los recortes de impuestos, un cheque climático y el apoyo regulatorio. Habrá también para las nuevas construcciones una obligación de cumplir con las obligaciones de aislamiento y ofrecer una recarga de automóvil eléctrico.
Pero la gran idea de los Verdes austriacos es el precio del carbono. Al incluir el costo del carbono en el precio final, naturalmente dirigiríamos el gasto hacia productos que sean menos dañinos para el medio ambiente. Esta señal/precio es altamente compatible con las ideas de Sebastian Kurz, pero no con su prioridad dada a la competitividad de las empresas austriacas. Por lo tanto, los negociadores solo acordaron el establecimiento de un grupo de trabajo, una comisión, para fijar este precio del carbono antes de 2022.
El principio está establecido, pero no está claro si la forma será un mercado de carbono austríaco o un impuesto al carbono. En realidad, los dos elementos son muy diferentes: el primero es muy incierto en cuanto a su efectividad, el segundo corre el riesgo de repercutir en el precio final, en detrimento de los consumidores más débiles, en particular aquellos que no se habrán beneficiado de las reducciones de impuestos de la coalición …
Sobre otros temas, como la transparencia en la financiación de los partidos políticos y el Estado, un tema importante en un país a menudo afectado por escándalos financieros, los Verdes impusieron sus puntos de vista. Pero estas son flacas victorias. Porque muy claramente, el color del acuerdo austriaco es, como resumió el popular diario Kronen-Zeitung el 2 de enero, «mucha turquesa y un poco de verde». Y se nota en la distribución de posiciones: los conservadores asumirán las carteras de finanzas, economía, asuntos exteriores y asuntos de interior. Los Verdes se limitan al medio ambiente, los asuntos sociales y el deporte, un tema que será manejado por el Vicecanciller y líder del partido Werner Kogler.
Sin duda, este es el precio de la correlación de fuerzas entre los Verdes y el ÖVP. Salvo que nadie obligó a los ecologistas a sentarse en los sillones gubernamentales de Sebastian Kurz. Y que este precio es muy alto, en realidad. Al aceptar las políticas neoliberales e identitarias de la derecha por el precio de una política ecológica ambiciosa sobre el papel, pero sin medios concretos, los Verdes renuncian a combinar la ecología con los intereses de las clases medias, acuerdan guardar silencio sobre el tema de las personas migrantes y reconocen que la verdadera prioridad no debe ser el medio ambiente, sino la competencia económica. Bajo la apariencia de una victoria, esta coalición tiene aires de una derrota para el medio ambiente, cuando no para el partido. Lo que Austria le está mostrando a Europa, sin duda, no es una salida de la rutina neoliberal, sino más bien cómo esta última puede adornarse, para preservar su hegemonía, tanto con los oropeles del fascismo como con los de la ecología. Al no poder salvar el planeta, los Verdes austriacos parecen estar comprometidos en salvar el neoliberalismo.
Romaric Godin es periodista y escribe regularmente en Mediapart
Fuente: Viento Sur
Traducción: Faustino Eguberri para viento sur
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