Tribunal

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«Tribunal» es la última película india que ha logrado penetrar en el circuito de distribución internacional. Pocas lo han conseguido en los últimos años. Su procedencia es una denominación que, en un mundo dominado por la visión cinematográfica estadounidense, está cargada de estereotipos que condicionan la llegada y recepción de títulos provenientes de una de las industrias más importantes. Son muchas las películas que desafortunadamente no veremos.

Existen múltiples concepciones equivocadas acerca del cine indio. Una de las principales es la identificación con el apelativo de Bollywood, etiqueta que posee un matiz de exotismo y la contrapone con otra gran industria como es la de Hollywood, pero que suscita la asociación de que toda producción india es cine bollywoodiendse. Bollywood es la etiqueta para películas hechas en Mumbai y principalmente en hindi. Existen un destacado número de industrias regionales, cada una con diferentes idiomas predominantes como por ejemplo el tamil, el telugu o el bengalí, centros de producción que han generado sus propias etiquetas como son Tollywood, Kollywood, Ollywood, Punjwood y otras. Juntos conforman una de las industrias más potentes del planeta, por no decir la más importante. India es el país que más títulos al año produce, más de 1.600 (dentro de las producciones indias donde hay películas en más de una veintena de idiomas, Bollywood es la tercera en importancia tras las películas de Tollywood en telugu y Kollywood en tamil). Esto sitúa a la plurilingüe industria india por delante de la segunda en importancia y aún más raramente exportada, la de Nigeria y conocida como Nollywood, y a cierta distancia de quien ocupa el tercer lugar, Hollywood, algo que puede cambiar puesto que la creciente industria china está rápidamente acortando terreno y puede desbancarla del podio. Si bien la industria cinematográfica india también vende más entradas que la estadounidense, el coste de las producciones y los ingresos generados a escala mundial no son comparables. Estados Unidos sigue dominando el mercado internacional como si fuera un monopolio aunque, según el informe de PwC «See the future», se prevé que para el año 2040 la importancia de Los Ángeles puede caer casi un 40% en favor de Mumbai y Shanghái.

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Cierto es que un gran número de las películas indias, habitualmente con más de tres horas de duración, son películas de entretenimiento pensadas para un mercado interno y actualmente tendrían muchas dificultades para cruzar fronteras culturales. Muchas, además, son copias parodiadas de películas extranjeras o películas del género más popular en India apodado como «masala», por ser una mezcla de géneros en el que cabe la comedia, la parodia, el drama, el cine negro, el romántico, el musical y donde se añaden escenas de acción, un todo-en-uno que aquí se ve como una muestra de cine folklórico hasta que algún académico de peso como Frederick Jameson decida que es el pastiche más postmoderno que se puede hacer y le dote de cierto prestigio.

Sin embargo, dentro de las 1.600 películas que se producen en India, siempre se esconden pequeñas joyas que nunca llegan. Películas como «Rang de Basanti» de Rakeysh Omprakash Mehra, «A Wednesday» de Neeraj Pandey, «Black Friday» o «Gangs of Wasseypur», ambas de Anurag Kashyap, difícilmente llegan a distribuirse en nuestro país. Sin querer abusar del término «occidental», el cual solo acentúa el legado postcolonial que divide entre «ellos» y «nosotros», visiones más occidentalizadas como las películas de la recomendable directora indocanadiense Deepa Mehta («Fuego», «Tierra», «Agua» y «Cielo») o la película «Slumdog Millionare», del británico Danny Boyle y protagonizada por el también británico Dev Patel, sí han logrado éxito dentro del circuito internacional.

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«Tribunal», ambientada en Mumbai, no es una película que cumpla con el cliché de Bollywood. Tampoco está rodada en hindi, sino que combina principalmente el marathi y el inglés. Más bien sería justo calificarla de cine independiente, una ópera prima que ha logrado hacerse gracias a que uno de sus actores decidió producirla. Es un drama de corte naturalista, frio, de atmósfera realista, que al retratar un pequeño proceso judicial con ecos kafkianos logra diseccionar no solo la sociedad india sino cualquier sociedad burocrática, un filme que se posiciona sin levantar la voz pero haciendo un llamamiento a la acción.

La película se centra en el proceso judicial contra un cantautor al que califican como el «poeta del pueblo», quien es arrestado por inducir el suicido de un trabajador que escuchó una de sus canciones en un concierto y falleció dos días después de asistir. El pretexto es tan ilógico como reaccionario, pero culmina una serie de arrestos y advertencias a un hombre que, con su música y letras, incentiva la crítica social y fuerza a pensar. Él, en su proceso, resulta ser el menos protagonista de todos. El peso de la película recae en el equipo legal, formado por un abogado defensor, una fiscal y el juez. El abogado que le defiende es un hombre de gustos occidentales, que forma parte de la alta burguesía de Mumbai y que, gracias a venir de una familia con dinero, puede permitirse el defender causas que versan sobre derechos civiles. La fiscal es una mujer con ideas preconcebidas y de cierta intransigencia pero que, al llegar a su casa, como muchas mujeres aún en este planeta, se encuentra sometida a una posición de servilismo familiar. El juez, la gran figura que representa la autoridad, es también un hombre corriente con sus supersticiones y creencias religiosas. El filme combina con gran inteligencia el tono extremadamente pausado de las escenas judiciales, filmadas estáticamente con planos fijos, y las secuencias más vibrantes de la vida cotidiana de sus protagonistas, contrarrestando ambos mundos, público y privado, para construir los personajes y la realidad social.

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Este contraste, la forma de radiografiar lo que representa cada detalle perfectamente medido, permite que la película tenga múltiples lecturas que, más allá de la realidad india, resuenan en cualquier ciudadano. Desde diversos ángulos se puede leer el desarrollo de este juicio. «Tribunal» es una película sobre cuando uno se encuentra dentro de la maquinaria del sistema burocrático, también habla de las condiciones laborales de los trabajadores más desfavorecidos, pero igualmente tiene en su centro el enfrentamiento entre la libertad de expresión y la censura. Además es un filme político que examina un sistema fundamentado en leyes heredadas que solo busca perpetuarse a sí mismo sin realizar cambios, donde la gente con poder y autoridad han sido tan indoctrinados por el sistema que han terminado siendo burócratas del mismo y ven cualquier cuestionamiento, aunque sea poético, como una amenaza.

Tras pasar por múltiples festivales y ganar varios premios, como en el festival de Venecia, el de Buenos Aires y la Biennale, esta producción de 2014 finalmente llega a nuestras pantallas. Como en «El proceso» de Kafka, poco hierve en la superficie y mucho se dice por debajo. Su falta de dramatismo, rodada mayormente con actores no profesionales, con su tono aséptico y un desarrollo pausado, «Tribunal» destila realismo y análisis. Y, como en todo buen drama judicial, es el espectador quien es incentivado a hacer de testigo y juez, a que extraiga sus propias conclusiones.

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Ficha técnica:

Dirección: Chaitanya Tamhane.
Intérpretes: Vivek Gomber, Geetanjali Kulkarni, Pradeep Joshi y Vira Sathidar.
Año: 2014.
Duración: 116 min.
Idiomas: Marathi, inglés e hindi.
Título original: Court.